domingo, 20 de noviembre de 2011

CUATRO MESES DE RETRASO








Por: María Teresa Fuenmayor Tovar


                       El ardor se había ido junto con los años, la alegría, los amigos de entonces y el dulce y bullicioso hogar materno. Sus pisadas sonaban a humedad, en el chapotear involuntario sobre el pavimento de esas calles de un país extraño donde se viera obligado a pedir refugio.  
                      El régimen había caído, su nación se iba recuperando poco a poco, restañando heridas antiguas. Muchos de sus amigos habían regresado a la patria, otro habían muerto y algunos más, como él mismo, seguían desterrados, viviendo un olvido voluntario, sin voluntad ni fuerzas para regresar, sin ánimo ni entusiasmo para quedarse. 
                      Los políticos - esos seres extraños - hacían compromisos, pactos y los rompían con tanta facilidad que serían casi admirables de no ser porque en ese cambio de las reglas de juego se llevaban por delante más vidas humanas de las que contabilizaban.
                      Sus dedos tantearon nuevamente el paquetito que permanecía en uno de los grandes bolsillos del pesado abrigo. Increible que en esta era tecnológica alguien aún utilizara el correo ordinario para enviar noticias. Noticias que llegaban con cuatro meses de atraso. Pudiendo comunicarse via email, con web cam y demás.  
                      Cerró la vieja puerta tras sí, se quitó la ropa y el calzado, todo húmedo y brumoso como el eterno invierno en que vivía desde hace...¿Cuánto? ¡Ya hasta la cuenta había perdido!  Un rápido baño, y empijamado y empantuflado se sentó en el sillón -lanzando al suelo primero el montón de periódicos del domingo con la mitad de las hojas leidas y la otra mitad aún por revisar, subrayar, recortar y clasificar -.
                      Observó cuidadosamente y por enésima vez las estampillas, luego, con mucho menos cuidado abrió el sobre y comenzó a leer.
                      Las noticias le llegaban con cuatro meses de retraso...las lágrimas corrían por sus mejillas con cuatro meses de retraso y su corazón dió un vuelco con cuatro meses de retraso...
                      Al día siguiente ya tenía el boleto en mano, todo empacado y dispuesto y cuando abordó el avión le pareció que dejaba en este país brumoso, tan distinto al soleado y brillante en que naciera y se criara, le pareció que dejaba, digo, toda la nostalgia, toda la pesadumbre y toda la tristeza del mundo. 
                     Y en la medida que el aeroplano despegaba y se estabilizaba, su ánimo también se elevaba y cerrando los ojos, sonrió mientras  la alegría y la esperanza confortaban su hasta entonces corroído corazón. Y su mano derecha no dejaba de acariciar el sobre que le trajera las buenas noticias, las mejores noticias...el prometer de la esperanza... con cuatro meses de retraso.






"VAMPIROS AL SOL" (CAPÍTULO 1 DE 6)


Por: María Teresa Fuenmayor Tovar

CAPÍTULO I "EL INICIO"

Había terminado de leer el último capítulo de Amanecer , la más reciente novela de la exitosa saga vampírica escrita por Stephanie Meyer (lo había bajado en formato pdf de www.scribd.com) y suspiré. Me había atrapado la acción, la emoción, el romanticismo, la belleza de la trama. Yo también tenía una historia para contar, sólo que...
Había dos diferencias fundamentales. La primera: yo no era escritora. La segunda: mi historia era verídica...
Las historias vampíricas no eran ahora remotas (Transilvania). Había seguido con el corazón en la boca la odisea de Bella y sus amigos, había recorrido con ellos desde Alaska hasta el Amazonas, Canadá, Italia, aún el mismo y soleadísimo Phoenix...
Y estaba aquí, en mi tierra natal, en la soleada capital de Venezuela, sabiendo que realmente la luz solar no era impedimento para el desarrollo de ese tipo de...¿Vidas? ¿Especies?
Mi familia había arrastrado una maldición por generaciones.... ¿Quién, en Venezuela, no había escuchado hablar de brujas? No esas que vuelan en escobas sino esos pájaros negros, grandes, feos, que caen por las noches en los techos para espiar lo que se habla en las casas, que empavan (es decir, traen mala suerte) esas casas, que sobresaltan y hacen llorar a los bebés y que al simple conjuro de un -"¡Ven mañana por sal1" se presentan al día siguiente a primera hora (y en forma humana) solicitando el ingrediente antes mencionado.


¿Quién, en Venezuela, no había escuchado o vivido de cerca una experiencia con duendes, aparecidos, entierros de morocotas (antiguas monedas de oro venezolana), encantos?
Mi tío Adriano tenía una amiga que vivía en El Valle. Una hermana suya afirmaba vivir maritalmente con un encanto bajo la corriente de un río, en un sitio lleno de piedras preciosas, con serpientes enrolladas como asientos. Lugar al cual no se podía acceder si se llegaba con fósforos (cerillas) o sal. Un día llegó a visitar a su hermana quién, incrédula ante su historia, le colocó en la cartera a escondidas una cajita de fósforos. La hermana se fue, varias horas después regresó llorando desesperada por no poder encontrar el portal de acceso. La amiga de mi tío confesó su acción. La caja de fósforos fue retirada de la cartera y su hermana, disgustada, se fue...para no volver más.
Sin embargo...no se oían historias sobre vampiros en Venezuela. (¿No se oían?) Bien, no eran tan frecuentes o populares . Sí podía recordar de niña a una vecina contándole a mi madre acerca de cierto presidente de nuestro país en cuyo mandato desaparecieron muchísimos niños de muy corta edad que le servirían de alimento por ser ...vampiro. .Recuerdo que papá intervino diciendo que se trataba de un millonario brasilero a quien le habían diagnosticado la lepra y le habrían garantizado curación si se bañaba con sangre joven. Según mi papá era este señor el que estaba tras esas desapariciones. Recuerdo haber escuchado a mi mamá contando acerca de un pión (nunca decía peón) de la hacienda en que naciera que se iba al matadero para tomar de las reses recién sacrificadas un vaso de sangre fresca. Según mamá este señor era fuerte como un toro.
Si, esas eran...leyendas, o como decía mi abuela, cuentos de camino que servían para desviar la atención de los casos reales. Servían para desviar la atención de ...nosotras.
Algunos puntos de la saga de Crepúsculo eran ciertos. (Muy pocos, en realidad. Simple coincidencia) Otros muy (demasiado) lejos de lo verdadero.
En mi familia ...todo se había iniciado varias generaciones atrás, en Barlovento (tierra ardiente y del tambor). Comenzó con un desliz de mi tataratatarabuelo (español, oriundo de las Islas Canarias) con la hija mulata de un peón de la hacienda de cacao "Las Nenas" en Caucagua. (Hacienda de la cual era el administrador). La chica perjudicada reveló la identidad del culpable a su madre quien maldijo a mi tataratatarabuelo y enterró un trabajo de Magia Negra cuyos efectos sufrirían todas las mujeres de su familia. Mi tataratatarabuelo se vió abandonando la hacienda de la noche a la mañana con su mujer, sus ocho hijos y yendo a Caracas a pie, a caballo y en burro. Cruzando siete pasos de río para finalmente llegar a la Capital “ con una mano adelante y otra atrás” (dícese de quien es muy pobre) después de haber nadado en la abundancia. Fue allí que comenzó su calvario, donde se vió obligado a presenciar la distorsión de sus cinco niñas. ¿Por qué ese ensañamiento con nosotras ante una culpa eminentemente masculina? No lo sé. Jamás lo entendí. Solo sé que de los ocho hijos de mi tatarabuelo cinco eran hembras. Cinco seres marcados por la fatalidad...ellas y sus descendientes...para siempre.
Había comenzado a escribir mis reflexiones, pero me arrepentí, solté el bolígrafo...¿Qué lograría con ello? No me creerían. Y si alguien lo hiciera...no me podría ayudar.
No, nadie nunca jamás cambiaría las cosas. Estaba condenada...para siempre. Crepúsculo era otro mundo. Un mundo irreal en el cual entre vampiros y humanos podían crearse lazos de amistad y de amor. Una novela fascinante, pero novela al fín.
Bajé al sótano, a mi despensa. Extraje la jeringa de mi bolsillo y me aproximé a la joven que me miraba con ojos aterrorizados como siempre, como cada semana en los últimos dos años.
Extraje mi ración semanal de sus deterioradas venas. Dos meses más duraría, como mucho, luego tendría qué sustituirla. Salir de cacería. Rutina.
Mientras su sangre entraba en mi cuerpo renovando mi energía tuve un pensamiento de rencor hacia ese tataratatarabuelo cuya culpa expiaba. Cuya culpa me convertía en asesina sin alternativa. Y envidié a esos ficticios Cullen que podían subsistir sólo con sangre animal.
Me fui a la cama (nosotras sí dormimos) no sin antes programar la hora a la cual sonaría el despertador. Al día siguiente, lunes, no debería faltar al trabajo.
Sonreí con amarga ironía, pues como dependienta de una librería, al dia siguiente vendería novelas vampíricas a decenas de clientes. Clientes que al salir con el libro de moda en sus manos jamás sospecharían que se los había despachado...una verdadera vampira.


NO SE PIERDAN EL CAPÍTULO 2: “EL ENCUENTRO” DONDE SE CUENTA CÓMO ZAHIDY CONOCE A UN ENIGMÁTICO PERSONAJE CAPAZ
DE CONVERTIRLA CON SUS PODERES MÁGICOS EN UN SER HUMANO NORMAL. ¿LOGRARÁ ELLA CONVENCERLO PARA QUE LO HAGA?


SITIO WEB DE LA IMAGEN: http://www.bubok.es/libros/191815/Vampiros-al-sol-y-otros-cuentos


MI NIÑO ESTÁ ENFERMO


Por: María Teresa Fuenmayor Tovar
Mi niño está enfermo,
su fiebre
desata en mi alma
mil miedos.
Sus ojos brillantes
no ríen, su ser bullicioso
no siento.
Mi niño está enfermo,
se callan
las voces traviesas
de casa
y sus piececitos
no corren
de un lado hacia el otro
en el alba.
Le subió la fiebre
y la noche
-que siempre es tan corta-
fué larga
velando su sueño
-que inquieto-
algún quejido entre-
cortaba.
Ayer fuí a la escuela
en su nombre
y traje escondida
hasta casa
la blanca franela
que alegre
para el Día del Padre
pintara.
Huellas de sus manos
recorren
la tela (en el frente
y la espalda)
y además se leen
los nombres
suyo y de su padre
en "la panza".
Espero que pronto
se cure,
espero esté bien
y mañana
que es "Día del Padre"
amanezca
con una sonrisa
en su cara.
Mi niño está enfermo
¡Qué triste
y qué silenciosa
la casa!


SITIO WEB DE LA IMAGEN: http://monaguillosdelaasuncion.wordpress.com/2011/09/22/oracion-por-un-nino-enfermo/

jueves, 10 de noviembre de 2011

SIN RAZÓN




¿Por qué no puedo amarte sin razón?
¿Por qué buscar razón para el amarte?
¿Por qué habremos de dar explicación
si aún hoy no hallo respuestas
a preguntas de antes?
Siendo el vivir
tal cual
sólo un absurdo
y siendo tu mirar
claro mi puerto
¿Por qué debo explicar
que eres oasis y
yo no sé vivir
en un desierto?
La vida no responde
a mis preguntas
y lo que aún no se
sigue en misterio
más contemplarte a ti
justo a mi lado
valdría más que algún
sano criterio.
Ya no busco respuestas
cansada estoy
de inquirir por lo que
ninguno sabe.
Me basta con amar
y en mi delirio
creer, tal vez soñar,
que tú me ames.
No hay ley en el amor
cuando se enciende
y no apaga jamás
su fuego intenso
Si es fín él en sí mimo
da alegría
y si busca respuesta
un infierno.
Sé que no leerás
las letras mías
y aún te recuerdo así
callado y tierno.
Mi corazón te sigue
donde vas
no puedes escapar 
de mi recuerdo
a donde vayas tú
irá mi amor
y aunque no vuelva a verte
aquí te espero.

TOMASITA



Por:María Teresa Fuenmayor Tovar
Cuando Alexida llegó con su familia a Varadero lo hizo destilando sudor por todos sus poros. El calor de Puerto Cabello era para ella algo nuevo. Seis años después de ese día seguía siendo para ella emocionante escuchar el silbido ronco de las sirenas de los barcos al atracar en el puerto.
Varadero era un barrio nuevo. Un espacio ganado (¿O robado?) al mar. Simplemente habían dragado el puerto y tomado sedimentos del fondo. Acumulados en el lugar apropiado permitieron a la costa ser más ancha y pronto hubo una franja nueva de terreno, tentación irresistible para quienes –como su familia- buscaban tener –sin dinero- una casa propia.
El suelo bajo sus pies era una mezcla de arena y conchas de caracoles (enteras, partidas o pulverizadas) siendo, sin embargo y contra toda lógica, terreno fértil.
Allí “se daba” todo lo que se sembrara. En el patio trasero sembraron una mata de coco que crecía lenta pero a la vez notoriamente.  Junto a la cocina, una mata de ocumo con hojas enormes se había convertido en la admiración de los amigos –escasísimos- que los visitaban.
Las paredes estaban “tapizadas” con papeles gruesos en colores vivos y satinados. Hojas que habían repartido en el barrio los vecinos que trabajaban en el muelle como caleteros. Con sus 30 x 40 cm se habían convertido en rudimentarios sustitutos del papel tapiz y unían lo ornamental a lo utilitario ya que además de servir de ornato tapaban perfectamente las ranuras que quedaban entre las tablas y con eso salía menos el sonido de las conversaciones.
Le hubiera encantado que no sólo le llegara del muelle el olor del salitre y el sonido del silbato de los barcos. Le hubiera encantado asomarse a la puerta y ver el mar.
Sin embargo, asomarse era ver un largo paredón blanco de lo que parecía ser una pensión o algo así y de donde con mucha frecuencia se escuchaba una voz femenina que gritaba: “-Tomasitaaaaa…”   y alargaba la “a” final de manera cantarina.
 A veces se asomaba y se sentaba en una sillita al lado de la puerta para escuchar el ya familiar “- ¡Tomasitaaaaa!”
e imaginarse a Tomasita.  Por algún motivo la imaginaba pequeña, algo regordeta, de piel cobriza, ojos grandes, negros y brillantes y un cabello lacio, muy lacio. 
El nombre en sí mismo ya era atractivo. En su familia ni de chiste le hubieran puesto a una mujer por nombre Tomasa…porque Tomasa era nombre de mujer pero no de niña y mucho menos de bebé. Y como las mujeres nacían como bebés siempre se buscaba que los nombres fueran suaves: Alicia, María, Luisa…pero no Tomasa.
A una niña no se le puede decir Tomasa. Quizá el nombre se lo había puesto el papá y la mamá se lo abreviaba con el “ita” final. Tal vez era por eso que al llamarla alargaba el “ita” de su creación, como para suavizar y feminizar aún más ese nombre fuerte.
“-¡Tomasitaaaaaa!”.
Nunca escuchó a alguien responder al llamado. Jamás sintió el sonido de la voz de Tomasita. Tampoco logró percibir de detrás de ese paredón blanco alguna otra voz, sonido, ni palabra.
Cuando al pasar los años otros lugares, otros paisajes y otras personas llenaban su vida diaria y el recuerdo de Puerto Cabello se hacía cada vez más débil entre tantos detalles olvidados, la nostalgia por el sonido de los barcos al atracar y del nombre Tomasita rodeado del encanto que rodea sólo aquello que no llegamos a conocer se convirtieron en iconos representativos del Puerto.
Puerto Cabello era un sonido. O, mejor, eran dos sonidos: el “Tuuuuuuuuuuuuuu” del silbato y el cantarino “-¡Tomasitaaaaa….!”
La era tecnológica era ahora una tentación. Le provocaba difundir la historia por Twitter, Sonic, Facebook  y encontrarse de pronto con que una cara regordeta, de piel cobriza, ojos grandes, (negros y brillantes) y cabello lacio le dijera en el chat:
“-Señora…¡Soy Tomasita!”


Sitio web de la imagen: http://www.mundofotos.net/foto/jitomision/363345/la-ciudad-de-puerto-cabello-venezuela