Tiempo de sequedad, tiempo de hastío;
de no encontrar palabras que definan
las vueltas de un amor -el tuyo y mío-.
Tiempo en que el sentimiento ya no inspira.
Tiempos en que la Musa se hace esquiva
arrastrada -también- al torbellino
en que se ha convertido nuestra vida,
añoranza banal de lo perdido.
Lo trato de vivir - el tiempo mío-
despertando esperanzas ya dormidas,
rodeando de paciencia lo que ansío,
aferrada a la fe -luz de la vida-.
Al fin encuentro, Dios, calma en tus brazos
y extiendo mi mirada hacia la aurora
rodeada como estoy de injusto ocaso
más sabiendo que no me dejas sola.
03-04-2012
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